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Breve guía de remedios filosóficos para transitar la pandemia



"Doc, es que siento que esto es como un deja vu". Esta frase con tono pesadumbroso resume las sensaciones recogidas durante mi trabajo en este inicio de año. Pareciera que la seudo apertura del último trimestre del fatídico 2020 generó esta sensación de "vuelta a la normalidad" que, sin duda, tuvo un efecto terapéutico para muchos, incluyéndome.


Podríamos entender nuestra reacción inicial a la pandemia como una respuesta natural de nuestro magnífico sistema emocional a una situación amenazante. Actuar, correr, protegerse, son posibilidades que nos ofrece nuestro propio repertorio biológico. "Como pensaba que esto era algo temporal estaba dispuesta a redoblar el esfuerzo en el trabajo para sacar las cosas adelante".


Sin embargo, y como suele ser, el despertar a esta otra realidad ha sido abrupto y desolador. Lo que llamo en este breve texto "el efecto rebote". Es como cuando creyendo superado algo sentimos que estamos ante una recaída. "¿Es en serio?, ¿una pandemia en pleno siglo XXI?, imposible. Las vacunas ya están, todo volverá a la normalidad, después del verano ya estamos fuera".


"La fatiga pandémica es una forma de desgaste emocional derivada del estado de hipervigilancia, la incertidumbre en la que nos encontramos y la falta de control que sentimos sobre la pandemia y nuestra propia vida" cita Irene Sierra en un artículo publicado sobre salud y bienestar en El País.


La OMS ha catalogado el fenómeno como fatiga por confinamiento o aislamiento social. Nuestro mundo se ha restringido a un espacio de trabajo o estudio frente al computador personal dejando por fuera los necesarios estímulos positivos que surgen de nuestros ratos de esparcimiento e interacción social.


La temporalidad de nuestra convivencia con el virus no es para nada ni para nadie cierta, aumentando así nuestra incertidumbre. Sin embargo, todos los días alguien, con autoridad o no en la materia, anuncia la fecha de caducidad de la pandemia. Nuestro talante resolutivo nos mueve a un "salir rapidito de esto", pues necesitamos seguir con nuestra planeación deshaciéndonos de estas molestas contingencias.


Estamos tan acostumbrados a la acción que el movimiento de la no acción o acción sutil (wu wei) no forma parte de nuestro repertorio. Vamos imprimiendo una alta velocidad a nuestras vidas y esperamos que el mundo nos acompañe en este vertiginoso paseo.


La historia de los registros epidemiológicos nos recuerda que han sido muchos los ires y venires en nuestra relación con los virus. Hay registros de más de 125 epidemias previas al año 1500 d.c. y un número mucho superior posterior a esta fecha con registros específicos y detallados. A nuestra civilización le tocó asistir, en calidad de invitada especial, a la primera gran pandemia. A pesar de nuestro inmenso salto tecnológico y científico la naturaleza no se guarda en mostrarnos su obrar misterioso e incierto.


Y la pregunta que empezamos a hacernos es si es sostenible esta forma de relacionarnos con la incertidumbre que ha generado la pandemia. Si podemos seguir en este 2021 nadando contracorriente o "redoblando" esfuerzos o si, al contrario, necesitamos reencontrar el equilibrio. Con grupos en empresas, y de forma individual con mis consultantes, he venido hablando de la autoregulación como algo completamente necesario en este tránsito. Este inicio de 2021 se revela como un tiempo para mirar hacía ahí con cierta urgencia.


Esta autoregulación, sin embargo, es muy difícil de alcanzar sin una buena dosis de trabajo personal o sin rituales colectivos que coloquen nuestro eje emocional como prioridad. Aquello que nos permita hacer el duelo de lo que debemos dejar partir para dar paso a lo nuevo. El que nos ayude a profundizar en la naturaleza del cambio y/o la transformación incorporando nuevas formas de relacionarnos con ello. Nocse te ipsum -conócete a ti mismo- vuelve a ser la receta por excelencia para estos tiempos.


Siento, genuinamente, que el cambio de consciencia individual y colectivo se conecta con mirar la forma como nos relacionamos con los ciclos de mutación y con el cómo nos permitimos desacelerar en tiempos turbulentos. Me gusta la metáfora de un buen amigo que, en un tono muy característico de su origen andaluz, nos dice que "no siempre necesitamos ir al volante del auto, a veces es muy bueno ir de espectador en la parte trasera".


“Del vacío del sabio surge la quietud. De la quietud, la acción. De la acción, el logro” Mucho que extraer de esta frase de Chuang Tzu y del comentario de mi buen amigo para estos tiempos, En períodos tormentosos nada hacemos intentando resistir a lo que simplemente es o está dado. De hecho, cuando esto hacemos no sólo no resolvemos ningún asunto, sino que también podemos empeorarlo.


El "amor fati" de Nietzsche apunta en esta dirección. Este amor al destino implica abrazar lo que la vida nos trae, tanto la fortuna como la desavenencia pues, en últimas, se trata de experiencias que necesitamos vivir para nuestra propia evolución. Nos muestra el camino para relacionarnos con la incertidumbre asintiendo a ella, siendo humildes frente a la fuerza de la vida, y en últimas es una invitación a vivir nuestra vida con entrega.


Necesitamos con urgencia un tiempo para la reflexión, para la meditación, para el ocio, para el no hacer placentero, o simplemente el no hacer. Un tiempo para escuchar y ser escuchados, para conectar con eso que se mueve dentro de nosotros y con lo que le pasa al otro. En últimas, un tiempo para il dolce far niente, para el disfrute de la dulzura del no hacer nada.


Bogotá, Febrero 2021

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