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Una psicología más allá del YO...

La imagen que acompaña este texto, a alguno quizás le resulte familiar, proviene de aquella gran película de los 80 del director alemán Wim Wenders traducida al español como "Las alas del deseo" (Der Himmel über Berlin), o cuya traducción literal sería "El cielo sobre Berlín". Esta estupenda producción narra la historia de un ángel que se enfrenta al dilema de encarnar en humano a partir de descubrir el amor en una mujer a quien debía cuidar. Ahí los ángeles, como buenos ángeles, tenían la capacidad única de escuchar las conversaciones privadas, pensamientos, emociones, de todos aquellos a quienes acompañaban. En cierto sentido, los protagonistas eran una especie de fisgones que miraban compasivamente los sucesos, los dramas, de las vidas de muchos.

Así, esta pieza fabulosa de cine, nos va adentrando en un mundo que a mi me resulta una metáfora estupenda del trabajo que realizamos en psicología, constelaciones, coaching, u otros oficios. Como a nuestros ángeles, se nos abren las puertas al alma de otros, gozamos del enorme privilegio -lo cuál además implica ocupar un lugar de especial cuidado- que este mirar dentro representa. Muchas veces, a pesar de no verlo, nos adentramos en una dimensión espiritual de nuestro trabajo que trasciende el espacio de la consciencia individual o, incluso, de lo inconsciente individual.

Estos días he tenido la fortuna de adarme, cual Hermes con trabajo por hacer, de la mano con mis valientes aventureros, dando paseos por el Hades y otros siempre sorprendentes rincones del alma. Siento que el episodio de la pandemia, del imperceptible pero mortífero virus, nos ha vuelto a conectar con preguntas de esas sobre las que no tenemos respuesta. Preguntas que surgen del gran movimiento interior que este parar ha significado y sobre las que no tenemos, a este punto, certidumbres que acompañen.

A mi modo de ver. esto que surge nos conecta con una dimensión espiritual de la psicología que hemos abandonado. Aquella que reconoce el misterio como algo propio, como algo que nos pertenece, algo de lo cual estamos muy desconectados. Tomando las ideas del Markus Gabriel (algo hay con Alemania hoy!), el exceso de una filosofía del yo, de antirealismo postmoderno, nos ha arrojado a un jardín de flores marchitas. La noción de mundo construido plenamente a partir del observador que somos, el "neurocentrismo" tal como lo llamaría Gabriel, no nos facilita reconocer aquello que surge del mundo del que, no sólo no somos invitados foráneos, sino al cual pertenecemos y al cual estamos intrínsecamente conectados.

Aquello que forma parte, siguiendo a Bert Hellinger (otro teutón!), al espacio reverencial. Aquello frente a lo que sólo nos queda inclinarnos, aquello que hoy se nos presenta como recordatorio de nuestra vulnerabilidad, de nuestro no saber y ante lo cual no hay más alternativa que asentir, no resignadamente, sino aceptándonos humildes y humanos.

La noción de Dios y nuestro vínculo con ello resulta en una dimensión natural y, tal como ahora nos percatamos, muy necesaria. Las preguntas que surgen remiten a ella. Se dirigen a nuestra relación con eso, con ese gran misterio. Siento una melodía en el fondo que nos invita a mirar con fuerza hacía allí, a reconocer nuestro lugar en el vasto universo, a conectarnos con la vida, a traer de vuelta a los Dioses y lo sagrado a nuestra existencia...

Imagen de la película "Las alas del deseo" de Wim Wenders

Bogotá, 22 de Abril de 2020

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